Siete décadas de la tragedia ocurrida en el Colegio Esparza | Los tiempos idos – El Sol de Puebla

Un ruido estruendoso rompió la tranquilidad del Colegio Esparza la tarde del 13 de mayo de 1955, cuando uno de los barandales del corredor del segundo piso del edificio que estaba lleno de alumnas que iban a presenciar una película, se derrumbó lanzando estrepitosamente sus cuerpos al vacío.

La respuesta de la brigada de auxilio fue inmediata y las lesionadas fueron trasladadas a diferentes sanatorios de la ciudad en donde el personal médico trabajó afanosamente para auxiliar a las chiquillas que, entre gritos de dolor, yacían en las camas de los hospitales gravemente heridas.

Sesenta lesionadas y dos niñas muertas fue el saldo de esta tragedia ocurrida en el patio del antiguo Colegio Esparza, ubicado en la calle 2 sur 704. El inmueble fue construido en el siglo XVI para el primer hospital de la ciudad y hoy lo ocupa el Museo Amparo.

¿Cómo ocurrieron los hechos?

La tarde del viernes 13 de mayo de 1955, las alumnas del Colegio Esparza disfrutarían la exhibición de la película “Muñequita”, una novela de amor que se proyectaría con fines benéficos.

Poco antes de la hora programada, las hermanas Conchita y Rosa María, invitaron a las alumnas a trasladarse a los salones de quinto y sexto año en donde se llevaría a cabo la proyección de tan esperada filmación.

Con la emoción a flor de piel y como era de esperarse, las chiquillas se apresuraron hacia los salones con la finalidad de conseguir el mejor lugar para ver la cinta. Con las prisas por introducirse al lugar comenzaron a empujarse y amontonarse en la entrada ante la advertencia de las hermanas josefinas que les solicitaron sosiego por la peligrosidad que sus juegos representaban, expone el investigador Gustavo Velarde Tritschler.

Refiere que las alumnas no escucharon, o no quisieron hacer caso, pero era tal la aglomeración que se había formado en la entrada que muchas de las niñas se recargaron peligrosamente en el viejo barandal del corredor que era de ladrillo con postes de mampostería y que daba hacia el patio de la institución.

Una alumna muerta y más de sesenta lesionadas fue el saldo sangriento de un impresionante accidente ocurrido ayer, a las 16:20 horas en el Colegio Esparza, que se ubica en la calle 2 Sur 704 de esta ciudad, en los momentos que un grupo de niñas iban a entrar a una función cinematográfica que se efectuaría en la planta alta del viejo edificio que en un tiempo estuvo anexo a la iglesia del Hospitalito”, se lee en la publicación del día 14 de mayo de 1955 de este diario que informó oportunamente a la sociedad.

El investigador señala que el peso de las alumnas de entre ocho y dieciséis años de edad que se encontraban amontonadas en el corredor, venció la resistencia del viejo barandal que además, estaba humedecido por las lluvias, y cedió en un tramo de diez metros por el que cayeron las chiquillas que se habían recargado en él y en su caída arrastraron a casi todas las demás.

Las hermanas, profesores y otras personas que se encontraban en el patio y que habían sido testigos de la tragedia refirieron que se produjo un ruido ensordecedor cuando los materiales de construcción y los cuerpos de las alumnas chocaron brutalmente contra el piso después de haber caído desde seis metros de altura.

“Los testigos acudieron de inmediato a prestar auxilio a las alumnas que yacían en el suelo en envueltas en una nube de cal y ladrillos despedazados. Comenzaron por las mejor libradas que fueron las que cayeron encima de las demás, pero el grito de dolor de las niñas que sufrieron lesiones de consideración, causaron estupor entre ellos al comprobar que la mayoría había sufrido heridas de gravedad”, enfatiza.

La llamada de auxilio

Tras la confusión del primer momento, vía telefónica se solicitó auxilio a la Cruz Roja que de inmediato puso en marcha a su personal en turno: La Cuarta Brigada de Ambulantes, que se presentó en el lugar de los hechos a las 16:40 horas.

El vecindario no tardó en darse cuenta de la catástrofe así que se agolpó en la puerta del edificio haciendo más difícil la maniobra de la brigada de ambulantes que se abrió paso con gran dificultad.

Las alumnas que presentaban lesiones de mayor gravedad fueron las primeras en ser trasladadas a la Cruz Roja, después las menos graves. Pero la tragedia fue de tal magnitud que rebasó la capacidad del sanatorio, entonces se procedió a llevar a las niñas a los distintos hospitales de la ciudad, detalla el investigador.

“Los padres de familia que ya habían sido informados de la tragedia y contribuyeron a que la confusión se acrecentara al presentarse de forma angustiosa al plantel para preguntar por sus hijas, pero algunos de ellos ayudaron a trasladar a las niñas a los distintos sanatorios”, agrega.

El Sanatorio Guadalupe era una de los más cercanos al colegio así que fue donde se empezaron a trasladar a las pequeñas, ocho en total. Pero de igual forma se llevaron tres niñas al Sanatorio Puebla, cuatro al Sanatorio Cruz y Celis, dos al Seguro Social del Portalillo, dos al Latino Americano y una niña Beneficencia Española.

Escenas dramáticas

Todo Puebla se conmovió ante la catástrofe y los curiosos no tardaron en congregarse en las afueras de la Cruz Roja para enterarse de lo ocurrido, dice el investigador, quien agrega que, en su interior, los médicos trabajaban afanosamente auxiliados por los practicantes que habían sido trasladados del Hospital General del Estado para atender a las numerosas lesionadas.

En los corredores y patios del sanatorio se desarrollaban escenas dramáticas en las que las madres de las niñas lloraban en brazos de sus allegados dando rienda suelta a su dolor porque no se les permitía estar cerca de sus hijas, hasta hubo quien se desmayó. La zozobra aumentó, cuando alguien propagó la versión de que habían muerto dos niñas.

“Minutos después de las 18:00 horas se comprobó que Consuelo Marañón Cárdenas de 18 años de edad, había fallecido. Ella era estudiante de comercio y vivía en la 5 sur 2503”, lamenta.

Aquel día los médicos y los practicantes desempañaron su labor incansablemente para lograr el restablecimiento de las accidentadas; y en los distintos hospitales, impartieron auxilio espiritual los Padres Jesuitas, los Carmelitas y los Misioneros del Espíritu Santo.

“Dos días después, las autoridades hospitalarias dieron el parte médico de las niñas que fueron dadas de alta y las que seguían internadas en cada uno de los hospitales. Desgraciadamente, a la tragedia se sumó una segunda víctima de 9 años, Enriqueta Sánchez Vázquez, quien recibió sepultura en el Panteón Municipal”, concluye el investigador.

Acerca del inmueble

El edificio en el que sucedió la catástrofe era una construcción que data del siglo XVI y fue el primer hospital de la Ciudad de los Ángeles.

En 1533 la Real Audiencia de México encomendó a Juan de Salmerón, quien había fundado la ciudad en 1531, disponer de la aportación que el rey Carlos V y el virrey Antonio de Mendoza, habían destinado para edificar un hospital para los enfermos de la nueva ciudad.

Para la construcción del nosocomio fueron asignados cuatro solares en la acera oriente de la actual calle 2 Sur, entre las calles 7 y 9 Oriente. El hospital fue dedicado a San Juan de Letrán por lo que antiguamente a esa calle se le conoció con el mismo nombre. El sanatorio también fue conocido como “el Hospitalito”, por la iglesia que se edificó a un lado. Ahí solo se curaban mujeres.

Poco más de un siglo después las mujeres enfermas que se encontraban ahí fueron trasladadas al Real Hospital de San Pedro, donde solo eran atendidos varones, porque el obispo Juan de Palafox y Mendoza, había convertido el Hospital de San Juan de Letrán en Colegio de Niñas Vírgenes (1646), que era conocido así porque se impartía enseñanza propia de la época a las mujeres solteras, como bordado, costura y cocina.

Desde entonces el edificio se utilizó principalmente para la enseñanza y durante cuatrocientos años el inmueble se adaptó de acuerdo a las necesidades de las instituciones religiosas educativas que se establecieron ahí. Otra parte del conjunto arquitectónico se usó como albergue de mujeres, asilo de ancianos y vivienda.

A partir de 1871, una parte del edificio albergó la casa de Vicente Espinosa Bandini, abuelo de Manuel Espinosa Yglesias, quien en febrero de 1991, fundó el Museo Amparo. En el sitio, hoy conviven armoniosamente el inmueble histórico y el patrimonio artístico inmersos en una propuesta arquitectónica contemporánea.

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