Herlinda Olvera Luna, de 96 años de edad, es una mamá que, a pesar de haber tenido siete hijos, quedó en el olvido y a su suerte. Ninguno de ellos se tocó el corazón para estar con la persona que les dio la vida y, principalmente, en sus momentos mayor vulnerabilidad.
Desde hace más de 20 años ninguno de sus hijos se ha hecho presente para preguntar sobre su situación o para brindar algún tipo de apoyo en sus necesidades básicas, tanto de alimentación, vivienda o salud.
De hecho, no se tiene ningún paradero de ellos. De acuerdo a lo que comentan algunas de sus amistades, se sabe que algunos se fueron “para el norte” con la intención de tener una vida mejor y otros viven en la Ciudad de México, haciendo su vida de manera normal, dejando en el abandono a la persona que en algún momento llamaron “mamá”.
Doña Herlinda ya no escucha, ya no camina y no se vale por sí misma. Su situación es tan vulnerable como la de un pequeño bebé, pues cuando ve a las personas únicamente les sonríe con especial inocencia sin saber lo que se comparte en la charla.
A pesar de que doña Herlinda hace el intento por emitir algunas palabras, apenas sale de su boca un pequeño quejido, y ante la imposibilidad de poder expresarse, desiste de hacer otro intento. Es así que se limita a quedarse sentada en su silla de ruedas.
Una vida de violencia y sufrimiento
Durante muchos años su vida estuvo marcada por la violencia y el sufrimiento: se casó tres veces; el primero de sus esposos falleció, mientras que los otros dos la trataban a golpes, incluso, el último de ellos estuvo a punto de matarla debido a las golpizas que le propinaba.
Sin embargo, en medio de la tempestad encontró una mano amiga que le ayudó a salir de este infortunio: la señora Concepción Osorio de Mendoza, mejor conocida como doña Conchita (una mujer que vive con su hija, de quien depende económicamente), quien fue testigo de los malos momentos que vivió a lo largo de su vida.
“Su último esposo fue Alberto Victorino; él tenía un terreno aquí en Calpan, pero ella tenía mucho dinero. Ella construyó en ese terreno y hasta le compró una camioneta al señor, pero él le daba mala vida. En una ocasión casi la mata”, relató la señora Conchita, quien es casi de la misma edad que doña Herlinda y quien actualmente se encarga de bañarla, cambiarla y darle alimentación.
Agregó que cuando el señor falleció la dejó en su casa, para que al menos pasara sus últimos días en un techo, sin embargo, los hijos de este la corrieron sin ningún remordimiento, y fue entonces que empezó un peregrinar de casa en casa pidiendo un espacio para poder dormir.
Algunas amistades le dieron asilo por unos meses, otros por un par de años, pero al paso del tiempo le pedían buscar otro lugar.
Después de andar de techo en techo, doña Conchita le ofreció vivir por unos meses en un cuarto de su casa, meses que se convirtieron en 15 años de estancia.
“Ella se iba a quedar solo por unos días, pero al ver que no tenía a nadie, que sus hijos nunca se preocuparon por ella, que los hijos de su esposo la corrieron y que no tenía donde vivir, yo me sentí mal de hacer lo mismo ¿cómo la iba a correr?, y vean aquí se le da un techo”, relató doña Conchita desde el patio de su casa.
Sin embargo, tener un cuarto no iba a ser suficiente, motivo por el que la hija de Conchita le compró una cama y un ropero para colocar la poca ropa que tenía. “Yo sentía feo de ver que tenía su ropa tirada en el suelo, por eso mi hija le compró su camita y su ropero, y desde hace 15 años ahí ha tenido un espacio”, comentó.
Por su parte, Concepción Osorio de Mendoza, vicepresidente de la Casa Hogar San Francisco de Asís, ubicada en el municipio de Calpan, relata que desde que la conocieron, nunca la vieron acompañada de alguno de sus hijos, por lo que la poca historia que conocen de ella surge de los relatos que ella les compartió en sus años de lucidez.
“Yo tengo 17 años de conocerla, y justamente la conocí cuando empezó a ir a la casa hogar. Yo era la encargada de hacer la lista de abuelitos que solicitaban apoyo. Recuerdo que cuando ella llegó, yo le pedí unos datos, entre ellos el de sus hijos, y me dijo que había tenido siete. Intentamos buscarlos, pero fue imposible, porque nos dijo que la mayoría se fueron a Estados Unidos”, compartió.
“Nosotros la recibimos en la casa hogar, pero no es un lugar para que se puedan quedar, porque nosotros no contamos con los recursos ni la infraestructura, pero nos dimos cuenta de las necesidades de doña Herlinda, y le ayudamos a tramitar un apoyo económico; a pesar de eso no tenía dónde vivir, y fue doña Conchita que la recibió en su casa”, dijo.
Aunque la fundación ha dado lo que está en sus manos, reconocen que la señora Concepción es quien ha velado por ella en esta etapa de su vida, por lo que lamentan que sus hijos se hayan olvidado completamente de ella y nunca hicieran el intento de buscarla y procurar sus necesidades.
Es triste ver este tipo de historias
Por su parte, la señora Maura Bautista también recordó uno de los pasajes dolorosos de la señora. Relató que el segundo de sus esposos era un señor que padecía ceguera y que además era sumamente celoso.
Detalla que, en una ocasión, doña Herlinda salió de la vivienda debido a que el baño se encontraba en la parte exterior, no obstante, al regresar a la casa, el señor la golpeó debido a sus celos enfermizos, pues, según él, se había ido “con otro” y por eso “se tardaba mucho”.
El enojo fue tal, que el señor le rompió un hueso del brazo derecho, las costillas y le pegó tan fuerte en la cara que le hinchó toda la quijada, que parecía que le iba a reventar el rostro.
Y aunque en su tercer matrimonio su esperanza era tener un mejor trato, la realidad es que nunca recibió ese amor de pareja, de familia, ni de sus propios hijos.
Ante este tipo de casos, la señora Maura lamenta que existan historias como el de doña Herlinda, motivo por el que abogó, en primera instancia, a fomentar ese amor y respeto a los padres, el cual consideró se está perdiendo; y en segundo lugar, apoyar a las fundaciones, como la del municipio de Calpan, que ayudan a las personas de la tercera edad en situación de vulnerabilidad.
“Es muy triste ver estas historias. No es justo que uno como madre ayune por los hijos para que, al rato, por la ambición de las herencias, los corran de la casa, se olviden de ellos o hasta los manden a pedir limosna. En la casa hogar han llegado muchas historias, así que, cuando ven que los padres ‘ya no sirven’, los tratan mal y se olvidan de ellos”, señaló.
Es por ello que la representante de la casa hogar San Francisco de Asís invitó a las personas a fomentar el amor por la familia y también exhortó a aquellos que puedan donar ropa o alimento para las personas de la tercera edad lo hagan, comunicándose con sus representantes a través del teléfono 227 105 0135.