El asco y por qué los humanos están programados para sentirlo – El Sol de Puebla

“¡Qué asco!” una frase típica, usada tanto por niños como adolescentes y adultos, para hacer referencia a algo que provoca repudio. Y es que uno de los aspectos más curiosos del ser humano es la capacidad de sentir asco por ciertas cosas que nos rodean, pero ¿De dónde viene esta desagradable sensación?

De acuerdo con Instituto de Psicoterapias Avanzadas (IPSIA) en Madrid, el asco es una emoción básica y negativa que toda persona ha experimentado a lo largo de su vida y que se genera cuando algo no gusta. Asimismo, es una impresión desagradable que es originada por algo que repugna o que asquea.

A finales de la década de 1860, Charles Darwin dio la primera definición de esta emoción, considerándola como una sensación de repulsión hacia un estímulo percibido o imaginado con viveza principalmente al sentido del gusto, pero también presente en sentidos como el olfato, el tacto o la vista, como una sensación “parecida” a la despertada en el sentido del gusto.

¿Qué nos produce asco?

Según el portal Discapnet, el asco va a estar determinado por una combinación de factores, incluyendo la percepción individual del olor, sabor, textura, apariencia o contexto de un objeto o situación.

Entre las cosas más comunes que suelen producir esta emoción se encuentran los alimentos podridos, los alimentos que no nos gustan, la falta de higiene, los olores fuertes, los fluidos corporales de otras personas o animales y algunos animales como las ratas, entre otras cosas.

A pesar de que, sentir repugnancia hacia ciertas cosas, situaciones, alimentos o cosas sea algo universal, lo cierto es que, también se va a diferenciar según la cultura y la persona. En última instancia, el asco es una emoción subjetiva, y lo que lo provoca en una persona puede no causarlo en otra.

Cuando algo llega a provocar la sensación de asco, de acuerdo con los especialistas de IPSIA , entran en juego dos leyes:

Ley de contagio: se basa en la tendencia a evitar aquellos objetos que hayan estado en contacto (aunque sea una sola vez y durante un periodo muy breve tiempo) con objetos que resulten asquerosos. Por ejemplo, si alguien les tiene asco a las naranjas procurará que nada de lo que coma haya estado en contacto con las naranjas con la finalidad de que los otros alimentos que sí le gustan no se contagien o contaminen.

Ley de similitud: esto se refiere a todas las cosas que son parecidas o semejantes a lo que da asco, mismas que producirán también similares sensaciones de preferencia o repugnancia. Por ejemplo, cuando se le tiene asco a las ratas probablemente también se lo tengan a los ratones, por su similitud.

Es importante mencionar que, aparte del asco emocional, existe el asco moral y cultural; el primero se refiere a aquella reacción emocional que es producida por ciertas conductas indeseables, como el abuso de niños. En este sentido, este tipo de sensaciones ayudarán al ser humano a modular las conductas sociales, propiciando de este modo los comportamientos adecuados y el orden en la sociedad.

El asco cultural no es una emoción automática o innata, sino más bien, es algo que se aprende según pasan los años, motivo por el cual, a veces, según sea nuestro momento vital, algunas cosas que antes nos provocaban un profundo malestar más tarde esa sensación puede desaparecer.

¿Para qué sirve el asco?

De acuerdo con Darwin, el sentir asco podría tener fines evolutivos, ya que, según escribió, era innato e involuntario y había evolucionado para impedir que nuestros ancestros consumieran alimentos en mal estado que pudieran matarlos.

@ricardogarzabio

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♬ sonido original – Ricardo Garza Bio

En este sentido, el naturalista planteó la hipótesis de que los seres humanos antiguos más propensos a la repulsión sobrevivieron y transmitieron sus genes, mientras que los más atrevidos con la comida murieron.

Por su parte, la neurocientífica Aditi Subramaniam, doctora en el Instituto de la Salud Mental y la Neurociencia de la India, publicó un artículo en ‘Psychology Today’ en el que exploraba cómo las sensaciones de asco provienen de un mecanismo evolutivo para proteger al cuerpo de los patógenos infecciosos.

Cuando algo provoca repugnancia, solemos tener una reacción de repulsión hacia el objeto que concentra ese rechazo”, aseguró, por lo que reiteró que el asco ayuda al ser humano a escapar de aquellas situaciones que puedan poner en peligro el bienestar corporal, además de que potencia de este modo hábitos saludables e higiénicos.

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