En este paisaje de información global y conectividad, el discurso de odio se erige como una sombra ominosa que proyecta su presencia tanto en nuestras interacciones públicas como privadas. La reciente tragedia que arrebató la vida del magistrade Jesús Ociel Baena y una persona más en el mismo domicilio subraya la imperante necesidad de abordar este fenómeno y sus consecuencias mortales.
El discurso de odio, en sus múltiples formas, ha permeado nuestra sociedad de diversas maneras, las peores pues se basa en la violencia y sus distintas expresiones. Es un fenómeno peligroso que, sin contención, puede mutar en situaciones trágicas, tal como hemos atestiguado recientemente. La intolerancia y la falta de empatía actúan como fertilizantes para este tipo de discurso, creando un terreno propicio para la violencia y la discriminación.
Tolerar el discurso de odio, ya sea en lo público o en lo privado, es un riesgo que nuestra sociedad no debe ni puede permitirse.
La tolerancia excesiva no debería permitirse seguir corriendo. La tolerancia excesiva hacia expresiones que incitan al odio solo contribuye a normalizar la discriminación y la violencia. La pasividad ante estas manifestaciones perpetúa un ciclo vicioso que puede tener consecuencias desastrosas, como ilustra el trágico asesinato del magistrade Baena.
Dicho sea de paso, que ahora el debate y la discusión se basen en la forma de referirnos – magistrado-magistrada – magistrade- me parece ofensivo pues el punto central es que el discurso de odio mata y lo mínimo que podemos hacer es referirnos al Magistrade tal cual él lo quiso en vida, misma causa que fue su bandera y su lucha. Su causa.
Enfrentar el discurso de odio no recae únicamente en las autoridades o las instituciones; es también una responsabilidad individual. Cada uno de nosotras y nosotros tiene el poder de frenar la propagación del odio en nuestra esfera de influencia. La responsabilidad de promover un diálogo respetuoso y fomentar la empatía, tolerancia y respeto descansa en cada ciudadano. Es crucial reconocer que nuestras palabras y acciones pueden tener un impacto profundo en la sociedad que compartimos.
Que este sea un urgente llamado de atención a todos y todas, que la muerte del Magistrade no pase de largo sino por el contrario, que nos llame la atención para tomar verdaderas medidas y hacernos concientes del momento que vivimos y la urgencia de tomar medidas en lo individual para modificar lo colectivo.
Un abrazo grande a la familia y seres queridos, un abrazo a la comunidad LGBTTQ+ que esté duro momento fortalezca la lucha y sea el homenaje que Ociel merece.
No más discurso de odio, no más violencia contra la comunidad.
#NuncaSinMujeresNuncaSinDiversidad