El derrotero de la intolerancia – El Sol de Puebla

Con datos de la Organización de Naciones Unidas (ONU, 2020), cada año se cometen en todo el mundo 200000 homicidios entre jóvenes de 10 a 29 años, lo que supone un 43% del total mundial anual de homicidios. Por cada joven asesinado, muchos otros sufren lesiones que requieren tratamiento hospitalario. Es así como la violencia juvenil se configura como un problema mundial de salud pública.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a la violencia como “el uso deliberado de la fuerza física o el poder ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones”. De hecho, la intolerancia es el detonante.

Tal parece que la violencia entre el grupo etario juvenil es lo que estamos viviendo cada vez con más “normalidad” tan solo ver lo ocurrido en los últimos 30 días. Ocurrió en Teotihuacán, Estado de México, el 21 de febrero Norma Lizbeth Ramos Pérez de 14 años, en una riña recibió golpes en la cabeza con una piedra a manos de su compañera de salón, era víctima de bullying por parte de sus compañeros, dio aviso a la directora que no atendió el llamado. El viernes 17 de marzo dos chicas de la telesecundaria Jacarandas en Celaya fueron grabadas en una pelea que una madre intentó parar y otra más alentó, para que finalmente nadie detuviera.

Siempre, en un evento de violencia hay tres partes: la víctima, el victimario y los observadores que no intervienen y dejan que suceda o alientan a la violencia. En nuestro caso, en las aulas la práctica de la violencia no se soluciona y va creciendo. ¿Qué están viviendo los profesores? También violencia. Los jóvenes tienen el “derecho” de denunciar abusos y en la denuncia se desdibuja el sentido de la educación. ¿Cómo entender la autoridad de un profesor que es reprendido por sus directores por exigirle a sus alumnos? El desconocimiento de los límites de la tolerancia nos ha confundido al grado de ya no querer intervenir para prevenir actos de violencia.

Por otro lado, en las relaciones interpersonales la intolerancia cobra vidas. El 9 de marzo, la pareja sentimental de María Gabriela, denunció su desaparición en Los Héroes de Puebla, la mentira se descubrió con el macabro hallazgo de su cuerpo en el desagüe, después de que la asfixiara pretendió desaparecer a su víctima de esa forma. No es que no haya discusiones en las parejas, pero el derrotero de la intolerancia cobra en muchos casos la vida del más débil, del que tuvo desventajas.

La UAM Cuajimalpa cerrado por la protesta ante la falta de actuación de sus autoridades, después de que una alumna denunciara en la Comisión de Faltas la violación que sufrió de uno de sus compañeros en el baño de la institución. No hubo castigo para el denunciado, no le creyeron tampoco a Karen. ¿Por qué las autoridades no actuaron? El tratamiento que se le debe dar no es cosa menor porque se han perdido los límites como para no respetar los espacios y mucho menos a los otros.

José Narro Robles, ex rector de la UNAM, se pregunta ¿cómo es posible que aceptemos los problemas que nos aquejan sin hacer nada? Y responde, México necesita recuperar la dignidad y la decencia nacional. El concepto que está perdido, justamente la Decencia: “la observación de las normas morales socialmente establecidas y las buenas costumbres, en especial en el aspecto sexual”; terreno de la ética y la moral. Requerimos aprender o reaprender a vivir y convivir socialmente.

*Politóloga, profesora-investigadora. Miembro Fundadora de la AMECIP y secretaria de Membresías. Mail: margarita_arguelles@hotmail.com

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