Las escuelas poblanas están lejos de garantizar las condiciones necesarias para que las niñas y personas menstruantes de nivel primaria gocen de una menstruación digna. Lograrlo es algo casi inimaginable. En cambio, ofrecen educación escueta, superficial, que pareciera que, a propósito, busca pasar desapercibida. Esta situación se agravó para las alumnas, además, por la falta de servicios y la baja dotación de productos para este proceso natural a los que, por lo menos, deberían tener acceso gratuitamente, opinan maestras, académicas y activistas en la entidad consultadas por este diario.
Las autoridades de salud y educación en el estado han sido omisas con las obligaciones que deberían cumplir desde el 2021, esto por un decreto que se publicó en el Periódico Oficial del Estado (POE) en ese año y por una reforma que aprobó el Congreso local a principios del 2023, mismos que obligaban a dichas dependencias a incidir a favor de la gestión menstrual digna. Hasta el momento no hay datos acerca de su aplicación.
Durante el año anterior y a nivel nacional, Puebla se colocó como la entidad federativa con menos acceso a productos de menstruación en las escuelas, de acuerdo con la Primera Encuesta Nacional de Gestión Menstrual 2022, elaborada por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF, por sus siglas en inglés), la organización Menstruación Digna México y la empresa Essity. De acuerdo con este documento, que recopiló la opinión de tres mil mujeres en el país de entre 12 y 70 años de edad, el 77 por ciento de las encuestadas poblanas afirmó que su escuela no proveía gratuitamente estos productos (toallas, tampones, copas, entre otros), en caso de algún imprevisto ocurrido dentro del horario escolar. Esta cifra superó el promedio nacional, que fue del 56 por ciento.
El problema no solo se centra en la dotación de estos productos. Estudiar los últimos dos grados de primaria (etapa en la que normalmente se presenta el primer sangrado, también nombrado menarquia), en un estado donde hablar de menstruación es difícil, se traduce en deserción escolar, falta de servicios de salud en las escuelas y de información para la gestión de este proceso natural, coinciden Miriam Carillo Ruiz, doctora en Socioformación y Sociedad del Conocimiento, así como docente investigadora de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), y Elizabeth Chiquito, educadora menstrual y fundadora del colectivo Ni Metzita (“lo que llega cada mes”, en náhuatl).
Esto a su vez provoca graves afectaciones a los derechos humanos de estas personas, principalmente a la salud, a la educación y al acceso a la información.
Si bien podría suponerse que la responsabilidad de garantizar una menstruación digna recae en el hogar, la escuela también es partícipe. Su omisión en este proceso no solo atenta contra los derechos humanos, también provoca diversos daños a nivel emocional y social entre su comunidad, alertan.
Deserción, la otra cara de la menstruación
La menstruación es de los factores principales de la deserción escolar. Las menores y las personas menstruantes (mujeres que están en proceso de transición a ser hombres) que enfrentan su primer periodo en promedio entre los ocho y 10 años de edad, y que no cuentan con una gestión menstrual, se ven obligadas a abandonar por ratos sus estudios para entender qué ocurre con su cuerpo.
De acuerdo con la anterior encuesta, durante el mismo periodo, el 46 por ciento de entrevistadas afirmó haber dejado de asistir a la escuela o haberlo hecho alguna o varias veces, a causa de su menstruación. Las principales razones fueron los dolores abdominales, el miedo a manchar su ropa, la incomodidad y el temor a las burlas de sus compañeros.
“Esta es otra de las grandes desigualdades sociales, algunas no tienen acceso ni siquiera a agua potable o un sanitario, o de alguno en condiciones higiénicas, entonces toman la decisión de no asistir a la escuela”, opina Carrillo Ruiz.
“Los dolores son fuertes y ¿qué es lo que pasa?, que no van a la escuela porque no tienen acceso a los productos, porque tienen mediado a las burlas de sus compañeros o incluso de sus docentes”, agrega Chiquito.
La falta de empatía y la ignorancia sobre este tema provocó que el sangrado menstrual sea sinónimo de vergüenza. Mancharse el pantalón o la falda, o peor aún, que las personas de alrededor se den cuenta, se convirtió en la pesadilla de una menor que está empezando este proceso, cuando debería ser lo contrario, insisten.
Educación depende de la voluntad
“Depende de la voluntad de cada profesor abundar sobre el tema porque el material es insuficiente”, comparte Erika Hernández, docente desde hace más de 20 años en la ciudad de Puebla. Ella, quien inició su carrera en el magisterio como maestra rural, afirma que la menstruación no se aborda como un tema amplio en las aulas porque la SEP no le da la importancia que requiere.
“Si hay dudas lo retomas como una charla casual, pero por parte de la Secretaría no es un tema importante que merezca un análisis profundo particular; se da en general en la unidad de Ciencias Naturales”, precisa.
Las infancias aprenden sobre este tema en seis u ocho horas en dos semanas en todo el ciclo escolar, desde cuarto hasta sexto grado. Durante estos módulos solo aprenden sobre un producto: las toallas desechables, no se habla de los tampones, copas, calzones reusables y mucho menos de la menstruación libre, lamenta.
Afortunados son los menores que, si tienen alguna duda adicional y su docente tiene la disposición de recabar más información, reciben una explicación satisfactoria. Si no es así, tendrán que aprender por su cuenta.
“La SEP no ha brindado capacitaciones para abordar este tema, desafortunadamente se incluye en general en sexualidad humana, no es mucho, pero sí lo estamos abordando; sobre todo cuando una mujer docente aborda el tema, sí lo hace más allá”, dice.
“¿Pasa lo mismo con los docentes hombres?, ¿algún maestro se ha acercado con sus colegas mujeres a preguntar cómo responder esas dudas en clase?”, cuestiona El Sol de Puebla. “Desde mi experiencia, jamás”, responde.
Escuelas, ¿con condiciones óptimas?
Elizabeth, quien impulsa la menstruación digna a través de capacitaciones y talleres en las escuelas con su colectivo, ha visitado al menos siete escuelas públicas y privadas en Puebla, distribuidas en diversos municipios. “Ni una tuvo lo necesario, ni públicas ni privadas, todas están igual, aunque pudiera suponerse que en estas últimas sí habría alguna diferencia porque no dependen directamente del gobierno, pero se rigen bajo los mismos contenidos de la Secretaría de Educación Pública”, acusa.
¿Qué significa ‘no tener lo necesario’?, bueno, que no hay acceso gratuito a los productos de menstruación, que los baños no están en óptimas condiciones o les hace falta jabón, agua o limpieza; que los contenidos en los materiales educativos son insuficientes para atender las dudas de las alumnas, que el plan de estudios no incluye información sobre otros métodos para recolectar la sangre, o que los docentes no han recibido capacitaciones (con perspectiva de género y derechos humanos) para abordar este tema en clase.
“La menstruación digna llega a ser impensable en estos espacios porque no pueden pedir derechos que ni siquiera conocen”, señala.
A decir de Carillo, esto se debe a que hablar de menstruación se volvió un ámbito privado que no ha logrado transitar a la esfera pública, obligando a las escuelas a ampliar la gama de educación en temas reproductivos, en especial de la menstruación.
Retomando los datos de la Encuesta, en la entidad el 70 por ciento de participantes opinó que tuvo poca o nula información sobre su primera menstruación cuando esta llegó y el 31 por ciento afirmó que en los baños de su escuela no había agua disponible; el 36 por ciento aseguró lo mismo sobre el jabón y el 33 por ciento compartió que, algunas veces o ninguna, hubo papel higiénico a su alcance en sus planteles.
Responsabilidad compartida
Resulta injusto responsabilizar a los tutores sobre la falta de gestión menstrual digna en la entidad, toda vez que, en muchas ocasiones, la única información que llega a los hogares es la que se adquirió en la escuela, no hay más, coinciden las entrevistadas.
Eso no significa que toda la culpa sea del sistema educativo, resaltan. Sin embargo, es complejo exigir una gestión menstrual digna a una generación que, en mayor parte, desconoce de qué se trata.
“No podemos culpar o señalar a las familias porque tampoco tuvieron esa educación e incluso fue mucho peor para ellas, en tiempos en los que el único producto a la mano eran los ‘trapos’, que eran entregados a las niñas y a escondidas, difundiendo la idea de que la menstruación era algo malo, o de lo que estaba prohibido hablar”, explica Elizabeth.
“Es importante que tengan conocimiento de los cambios físicos que se van a ir presentando para que no llegue de sorpresa la primera menstruación y que la puedan recibir de la forma más natural (…) este tema debe ser una materia en la escuela, no algo breve ni una ‘embarradita’, necesitamos romper con eso de que es un tema del que no podemos hablar porque también hay hombres en las aulas”, insiste Claudia Torres Camacho, promotora de alternativas menstruales en Puebla y responsable del curso para menores llamado “Mi primera menstruación”.
Ante la falta de estos artículos gratuitos en las escuelas, la compra de los mismos se volvió un privilegio. En Puebla, el 69 por ciento de las encuestadas del documento anterior, que usan toallas sanitarias, reveló que tuvo que renunciar a comprar otros productos básicos, como alimentos, servicios o medicamentos para adquirir estos artículos de gestión menstrual. En tanto, el 74 por ciento de las que ocupan tampones opinó lo mismo.
“Las primeras autoridades que tienen la obligación de atender esto, sin duda, son las educativas y las de salud”, remata la investigadora de la BUAP.
Estado, omiso en sus obligaciones
En abril del 2021 se publicó en el Periódico Oficial del Estado (POE) de Puebla un decreto que obligó a las autoridades educativas a promover una gestión menstrual digna mediante baños limpios y la construcción de nuevos, así como la entrega de insumos.
También exhortaba a la SEP a “desarrollar información y orientación a las familias sobre menstruación que permitan a madres y padres de familia, tutoras y tutores, a proporcionar una mejor atención a sus hijas, hijos o pupilos”.
A dos años de este decreto, no hay información de su cumplimiento.
Más tarde, en febrero de este año, la Comisión de Salud del Congreso de Puebla aprobó una reforma para que la Secretaría de Salud estatal otorgara artículos de gestión menstrual de forma gratuita a infancias y adolescencias.
Otra obligación de la que tampoco hay información.
Esta casa editorial contactó a Gabriela Orduña, enlace de Comunicación en la SEP, y a Irene Díaz, encargada de la misma área en la Secretaría de Salud estatal, para conocer los avances que han tenido ambas dependencias respecto a los decretos anteriores, sin embargo, al cierre de esta edición no hubo respuesta de su parte.
“No se ha dimensionado el impacto que tiene sobre las infancias porque no se habla. No se ha logrado hacer algo porque el Estado no ha asumido sus responsabilidades y obligaciones”, apunta Carrillo.
Ante este escenario, la académica recomienda tomar con seriedad este tema y realizar un trabajo interinstitucional entre la SEP y Salud para atender esta deuda hacia las infancias. Asimismo, sugiere romper los tabúes en los materiales didácticos y comenzar la planeación de cursos para el magisterio para que, en general, se aborde este tema desde la óptica adecuada y con las herramientas necesarias.
En esta tarea los colectivos como Ni Metzita juegan un papel muy importante. Los trabajos de incidencia social de esta y las demás organizaciones en Puebla a favor de la menstruación digna siempre están dispuestas y capacitadas para iniciar con estos talleres en las escuelas. Solo falta una cosa: eliminar la restricción que existe en su contra. “Es válido no poder con todo, pero también lo es pedir apoyo”, concluye Elizabeth.