Alejandro Barruecos tiene 18 años y todos los días está en la calle 2 Sur en el Centro Histórico de Puebla debido a que se gana la vida cantando. Las rancheras son su fuerte y aunque en un momento creyó que sería maestro de educación física, hoy no tiene dinero para pagar sus estudios. Su madre y su hermano fallecieron por coronavirus y su padre necesita tres diálisis por día.
La vida de Alejandro es compleja, de niño se recuerda feliz, jugando en la junta auxiliar de San Felipe Hueyotlipan, pero como fue creciendo, su familia empezó a tener varias necesidades económicas y “se la vieron difíciles” por mucho tiempo. Aunque tenían altas y bajas seguían juntos y eso era lo importante, sin embargo, en el 2020 todo cambió.
Llegó la contingencia sanitaria a raíz del coronavirus y su mundo se derrumbó, pues su madre se infectó y falleció por la Covid-19, luego su hermano se contagió y también murió. Después llegaron las vacunas y él y su padre afortunadamente pudieron inocularse para seguir en este camino, pero desde ahí, toda su vida dio un cambio de 360 grados.
Como ahora no tiene el apoyo económico de su madre y el de su hermano, él tiene que hacerse cargo de su padre, quien tiene que ser dializado tres veces por día. El gasto promedio es de 3 mil pesos por semana y Alejandro no tiene dinero suficiente para cubrir este procedimiento. No ha conseguido trabajo formal por su edad y porque no pudo seguir sus estudios y decidió salir a la calle y ganarse unos pesos.
Al principio no sabía qué hacer, pero después decidió aplicar una de sus pasiones, que es cantar. Luego de intentar en varias calles, fue cerca del zócalo de la ciudad en donde más personas decidieron ayudarlo. Cantar siempre implica un grado de valor y de sentimiento y Alejandro tiene los dos.
Para llenarse de más valentía lleva consigo una foto de cuando era pequeño. Se ve en una iglesia, era un bebé, su madre lo carga y a un costado está su padre. Antes de cantar mira esa foto y trata de que cada canción sea dedicada para ellos.
No gana mucho cantando, pero es lo único que le genera algunos pesos para llevar comida a su padre. Mientras que para la diálisis lo ayudan vecinos y recibe algunas aportaciones. No cuenta con seguro social y nunca pudo ingresar a la carrera de Educación Física.
Es por ello, que ocupa este espacio para recibir donaciones y ofertas de trabajo. El único miedo que tiene en esta vida es perder a su padre. Lo pueden encontrar a un costado de esta casa editorial en el núcleo de la ciudad.