Durante los primero años de la fundación de la antigua Ciudad de los Ángeles se levantaron los edificios más importantes en torno a la Plaza Mayor o Zócalo. El Cabildo se instaló al frente, en el edificio de la Audiencia, actual Palacio Municipal. La cárcel se acondicionó en el mismo edificio y colindaba con un callejón sombrío que hoy es el Pasaje del Ayuntamiento.
La cárcel municipal estuvo ahí hasta la segunda mitad del siglo XIX cuando un acaudalado empresario compró el edificio para transformarlo en el Teatro Guerrero. Durante su esplendor, el foro recibió al primer mandatario del país entre bombo y platillo.
Al iniciar el siglo XX un incendio lo consumió y estuvo a punto de destruir la memoria histórica de la ciudad que reposaba a un lado. El recinto pasó de teatro a Cine Guerrero, y hacia finales del mismo siglo, fue recuperado por las autoridades para habilitarlo como Teatro de la Ciudad.
La cárcel y la audiencia
Cuando la antigua Ciudad de los Ángeles se fundó, en 1531, fue trazada en torno a la Plaza Mayor o Zócalo. Frente a ella, hacia el norte, se trazaron dos pequeñas manzanas, una al poniente y otra al oriente que estaban divididas por un callejón que hoy es el Pasaje del Ayuntamiento.
En el libro “El Edificio de la Audiencia” escrito por el doctor Carlos Montero Pantoja, disponible para su consulta en el Archivo General Municipal (AGMP), se lee que en la manzana del lado oriente, donde estaba la calle de Mercaderes, actual 2 Norte, se estableció el Cabildo.
El edificio era conocido como la Audiencia, puesto que era el lugar donde las autoridades escuchaban a los primeros pobladores. Se sabe que en esta manzana también se encontraban la cárcel, el corral, la alhóndiga, la carnicería y el archivo de la ciudad.
La Audiencia y la cárcel compartían muros, incluso había un pasadizo que conectaba el Cabildo con ella, hasta que se puso una puerta; porque durante el virreinato las cárceles funcionaban de otra manera. No eran lugares de castigo sino casas públicas en la que se custodiaba a los reos hasta que se resolvía su situación jurídica. Mientras tanto, se les tenía que mantener en buenas condiciones hasta que se les dictara sentencia o se les dejara en libertad.
A lo largo del siglo XVI la cárcel municipal se acondicionó y de acuerdo a las necesidades se reparó subsecuentemente. Contaban con todo lo necesario para mantener a los reos, pero también para que el alcalde y otras autoridades que llegaban a pernoctar ahí estuvieran cómodos.
El libro dice que las habitaciones de los reos estaban los aposentos de la autoridad y celadores, había baños e incluso, contaba con agua encañada directamente de la fuente de la plaza. Llegó a tener una fuente de mármol, una capilla, una sala de confesión o de tormentos, que era muy normal en aquella época, y una sala de visita.
La cárcel funcionó así hasta la segunda mitad del siglo XIX cuando la ciudad comenzó a cambiar tras los acontecimientos bélicos sucedidos en Puebla derivados de la Intervención Francesa. Tiempo en el que, por cierto, los franceses instalaron la Corte Marcial Francesa junto a ella.
La transformación de la cárcel
“Ignacio Guerrero y Manzano (1811) era un acaudalado empresario poblano. Se dedicó a la construcción e inventó, entre otros, un ladrillo refractario para la elaboración de hierro colado. También innovó los sistemas de cañerías de la ciudad y era miembro de la Junta de la Industria. Además, tenía molinos de pan moler, era dueño de la plaza de toros de San Jerónimo y fundó el Hotel Universal, que fue el primero en la Angelópolis y es el edificio de la actual Casa Arronte (avenida Juan de Palafox y Mendoza 219)”, expone el investigador Gustavo Velarde Tritschler.
El empresario tenía negocios con el Ayuntamiento. Había arreglado las cañerías de la cárcel municipal y el edificio le pareció adecuado para construir un teatro, sobre todo por su envidiable ubicación. En 1862, se presentó ante el entonces Presidente Municipal, Juan Tamborreal, y le ofreció comprarle la cárcel municipal.
“Tamborreal aceptó la compra por la necesidad de obtener recursos económicos por la inminente llegada de los franceses a Puebla, pero además, le pidió a Guerrero que como parte del pago, acondicionara como cárcel el edificio del ex convento de San Juan de Dios (avenida 5 de Mayo, entre las calles 10 y 12 Poniente). Así lo hizo, y también destruyó el inmueble de la cárcel y comenzó a construir su teatro”, señala.
De acuerdo con información obtenida en el Archivo General Municipal de Puebla (AGMP), el Ayuntamiento le vendió el edificio de la cárcel municipal a Guerrero por la cantidad de quince mil trescientos noventa pesos. Para esta transacción comercial el empresario tuvo que dejar en hipotecado el hotel Universal.
Pero justo ese año, en 1862, sucedió la Batalla del 5 de Mayo y al año siguiente el Sitio de Puebla. La ciudad estuvo en manos de los franceses hasta abril de 1867 cuando Porfirio Díaz, tomó la ciudad. Los trabajos de construcción del teatro reiniciaron en mayo del mismo año y en febrero de 1868, se concluyó la obra.
“Tuvieron que pasar cinco años para que el Teatro Guerrero se estrenara el domingo 12 de abril de 1868, con ese nombre en honor a su fundador. Estuvieron presentes, el Gobernador Rafael García, el alcalde Francisco Coeto, y lo más selecto de la sociedad poblana”, detalla.
“El empresario había ahorrado mucho dinero en la construcción del teatro porque desmanteló la plaza de toros San Jerónimo que estaba donde hoy está la Clínica 2 del Seguro Social, y utilizó la madera que extrajo de ahí para edificarlo. También dignificó de inmediato el viejo Callejón de la Cárcel, le puso piso, y se comenzaron a instalar negocios como un café, un restaurante y una cantina con villares”, agrega.
El foro del teatro se instaló pegado al muro que delimitaba con el Callejón de la Cárcel por el norte, por lo que tenía un acceso o salida por ahí (Pasaje del Ayuntamiento). El investigador refiere que por ahí era por donde entraban los artistas y hoy es la puerta del AGMP.
En el libro “El Palacio Municipal” del arqueólogo Eduardo Merlo, se lee que el cupo máximo del Teatro Guerrero era de 1,600 espectadores. Contaba con lunetario y 4 niveles de palcos que rodeaban la forma de herradura que tenía. En la sección general había una extensa galería de bancas corridas. El telón era de terciopelo color carmesí.
El esplendor del teatro
En el mismo libro se lee que el teatro causó tanto revuelo entre la sociedad que el recinto se comenzó a utilizar para fiestas y fue hasta octubre de ese mismo año que se presentó la primera compañía teatral, de José Valero y su esposa Salvadora Cairon, en dos funciones con llenos totales. Al siguiente año, hizo su aparición la Compañía Operística de Gastambide. con un repertorio de zarzuelas que fascinó a la colonia española.
“El repertorio de zarzuelas fascinó a la colonia española, entonces el Casino Español, ubicado entonces a un costado de la iglesia San Pedro (2 Oriente, entre la 2 y 4 Norte) compró palcos para beneficio de sus socios. El teatro tuvo su primer acto importante el 16 de septiembre 1869, cuando recibió al Presidente de la República, Benito Juárez. El mandatario vino a la ciudad a inaugurar la estación del Ferrocarril Mexicano (hoy museo)”, asegura Velarde.
“La ceremonia de inauguración sería al aire libre y se iba a tocar una pieza musical compuesta exprofeso por el compositor Melesio Morales que se llamaba Sinfonía Locomotiva, pero estaba lloviendo, así que se hizo una ceremonia muy rápida y Juárez, junto con su comitiva y la orquesta, se trasladaron al Teatro Guerrero en donde se ofrecería una recepción”, añade.
Merlo menciona que la gente se había arremolinado en el zócalo, a las afueras del teatro y sobre el callejón, para ver de cerca al Presidente. En su interior, el teatro lucía decorado con cortinas rojas y se había iluminado con 16 candiles.
Cuando la orquesta de más de cien músicos dirigida por Melesio Morales, empezó a tocar la Sinfonía Locomotiva, se comenzaron a escuchar acordes que reproducían fielmente el rugido del vapor, el silbido de las máquinas y hasta el rodar de los carros sobre los rieles de fierro. Fue una noche inolvidable.
El Teatro Guerrero siguió presentando a las mejores compañías teatrales y operísticas de México y el mundo, así como a muchas figuras del ambiente artístico como Ángela Peralta, conocida como El Ruiseñor Mexicano.
El 30 de abril de 1889, cuando el teatro estaba en pleno éxito, falleció Ignacio Guerrero y Manzano, a la edad de 78 años. Sus herederos decidieron venderle la propiedad al Ayuntamiento que la recuperó en 1890.
Las llamas que lo destruyeron
Velarde Tritschler dice que a inicios del siglo XX, en 1901, el Pasaje del Ayuntamiento fue techado. Agrega que ocho años después, el domingo 31 de enero de 1909, a las tres de la tarde, surgió un gran incendio que consumió completamente el teatro. Entonces el Secretario del Ayuntamiento, Enrique Gómez Haro, junto con su ayudante Carlos Ribas, trasladaron los libros que guardan la memoria de Puebla (archivos) para que las llamas no los alcanzaran, porque al teatro y a las oficinas municipales solo las dividía un muro, y el incendio alcanzó proporciones mayores.
El AGMP resguarda un reporte en el que Gómez Haro reveló los momentos de angustia que vivió desde un balcón de su casa, ubicada en la esquina de las calles de San Pedro y Aduana Vieja (2 Oriente y 4 Norte). Se lee:
“Pude percibir una columna de humo y notar que las multitudes se detenían en el pasaje, mientras otras gran cantidad de gente corría en dirección al zócalo (…) salí a toda prisa, temiendo por la biblioteca que contenía el valioso archivo de la ciudad (…) al llegar al Palacio (Municipal) pude informarme que el teatro estaba destruido casi totalmente (…) yo me dirigí hacia el archivo oyendo algunas voces que me indicaban que el fuego consumía ya parte de las piezas que estaban debajo de la biblioteca (archivo) y llegaba también por el fondo (…) las personas cultas, sensatas, inquirían por todas partes, si estaban a salvo los documentos que lo enriquecían”.
“El incendio comenzó a tomar proporciones mayores entonces el secretario resolvió sacar los libros y trasladarlos al hotel de Diligencias (4 Norte 1) que Antonio Freiría puso a su disposición. De esta forma, la memoria histórica de la ciudad fue salvada de su destrucción”, detalla.
En la gaceta del AGMP dice que los bomberos lograron extinguir el incendio hasta las 3:45 horas del lunes 1 de febrero en ese entonces. En ese entonces, Francisco de Velasco era el Presidente Municipal, y el 3 de febrero informó al Cabildo que el Palacio Municipal no había sufrido daños severos por el incendio del teatro, pero si se derrumbaron puertas en la parte superior, se destruyeron seis locales del pasaje y las ventanas del archivo se habían roto.
De corral de comedias a cinematógrafo
El proceso de modernización de la Angelópolis inició con el porfiriato, y lo mismo sucedió con el entretenimiento, cuando se comenzaron a introducir actividades para distracción de la población. Se popularizaron el teatro, la ópera y las carreras de caballos, pero un hecho sin precedentes fue el impacto que la sociedad porfiriana recibió con la introducción del cinematógrafo, que logró que las personas tuvieran una nueva visión del mundo.
“Pasaron dieciocho largos años en los que el teatro lució en ruinas. Hasta que en 1928, Jesús Cienfuegos obtuvo la concesión del teatro y comenzó su reconstrucción, pero esta vez como cine y teatro. Su construcción estuvo a cargo de Rafael Ibáñez Guadalajara. El Cine Guerrero se inauguró el 30 de enero de 1930 con un innovado estilo art deco”, expone.
El investigador refiere que en el acto inaugural, además de Cienfuegos e Ibáñez, estuvieron presentes, el Gobernador Leónides Andrew Almazán y el Presidente Municipal Fidel Guillén, también el general Pedro J. Almada, quien tenía mucha influencia en Puebla porque era el jefe de la zona militar de aquel entonces, y el empresario William Jenkins.
Agrega que el Guerrero inició proyecciones con cine mudo hasta 1932, cuando se estrenó la primera película mexicana sonora: “Santa”, protagonizada por Lucía Tovar.
Ahí también se estrenó la obra del Secretario del Ayuntamiento, Enrique Gómez Haro, “El Guante de Oro”, con la primera actriz Virginia Fábregas. Por su escenario desfilaron artistas como Agustín Lara, Lucha Reyes, y Pedro Vargas, entre otros.
“Cienfuegos había construido un domo con gradas para gayola que se apreciaba sobre la fachada del Palacio Municipal como un cubo, muy feo. Y un día de 1935, se cayeron las gradas de gayola por sobrecupo, hubo un muerto y varios heridos. No se supo si él entró o no a la cárcel pero siguió siendo el dueño del cine”, señala.
La decadencia del Guerrero
En 1939, Cienfuegos presentó la película “Natividad” que revelaba los secretos de la concepción y el parto, señala el investigador, y agrega que, al día siguiente de su estreno las damas de la Acción Católica se fueron a quejar con la esposa del Gobernador Maximino Ávila Camacho, Margarita Richardi, y al día siguiente fue clausurado.
Velarde comenta que mediados de los años cincuenta, el Cine Guerrero comenzó a presentar películas eróticas y también funcionaba como arena para lucha libre, los lunes por la mañana presentaba películas de segunda categoría. Así inició su decadencia.
También dice que ya se habían comenzado a instalar sus vecinos comerciales como El Girofle, el Havre, la Joyería la Duquesa y la Dulce Alianza. Y en el Guerrero se volvieron tradición los concursos estatales de oratoria con los hermanos Guillermo y Rodolfo Pacheco Pulido, que eran jóvenes estudiantes que ganaron muchas veces, también Carlos Fabre y Arturo Santillana, entre otros universitarios.
“El 2 de enero de 1941, Cienfuegos se encontraba platicando en el Pasaje del Ayuntamiento con el empresario Samuel Kurian, socio del Caballero Elegante. Entonces se acercó un cuate con pinta de jarocho y le hundió un chuchillo en la panza. Don Jesús fue asesinado. Surgieron varias versiones que apuntaron al gobernador Maximino Ávila Camacho, porque él quería el Toreo que era de Cienfuegos y este nunca se lo quiso vender”, subraya.
Otra versión era que, William Jenkins, quien en ese momento tenía el monopolio de los cines en el país, quería hacerse del Guerrero y el empresario no se lo quiso vender y por eso mandó a sus matones. No sabemos, pero a su muerte su viuda vendió la plaza de toros y el cine.
“En los años 60 ya era un cine viejo que merecía ser rescatado con su estilo art deco, pero fue completamente renovado con un estilo modernista. Se reinauguró el 8 de diciembre de 1973, yo tenía 10 años y mi papá me llevaba mucho, me acuerdo que había alfombras rojas por todos lados y unos escalones helicoidales que daban a gayola. Los arquitectos fueron Carlos y Marcos Mastretta, padre e hijo, y eliminaron el domo que afeaba el Palacio Municipal”, concluye el investigador.
En 1993, el local fue recuperado con el apoyo financiero de la Fundación Amparo. Se restauró y habilitó nuevamente como teatro. Fue inaugurado el 6 de febrero de 1996 como Teatro de la Ciudad.