Huauchinango, Pue. En medio de llanto, flores, rituales náhuatl y totonaco, así como son de flauta de carrizo y tambor, seres queridos y extraños dieron el último adiós a la voladora María Rita Torres Mérida en el Panteón Municipal.
El cortejo fúnebre fue acompañado desde su casa, con sones de voladores, danzando en distintos momentos y en distintos puntos por los que pasaba entorno al féretro hasta llegar al camposanto.
El contingente de personas fue de menos a más. La gente en solidaridad se fue sumando al paso del cortejo, lo hizo con flores y lágrimas.
Voladores nahuas y totonacos de Huauchinango, Puebla, y de Papantla, Veracruz, realizaron su propio ritual, por separado, para motivar a María Rita a que se desprenda de este mundo terrenal y su espíritu esté pleno en la vida eterna.
A María Rita le atrajo esta práctica ancestral desde los 9 años de edad y logró acumular 10 años de experiencia. Se inició en el grupo de voladores del maestro Bulmaro Maldonado González, integrante del grupo Hermanos Águila de Huauchinango.
Más tarde, se separó y formó parte de un grupo nuevo y propio, con algunos familiares y otras personas allegadas a ella.
María Rita dejó de practicar los vuelos durante la pandemia por COVID-19 y de acuerdo con los trascendidos, apuntan que el suyo fue el segundo accidente ocurrido el mismo día, el primero fue durante un ensayo, alrededor de las 16:00 horas, cuando un volador había subido apenas unos tres metros cuando se soltó y cayó sobre una tarima de madera, lo que le causó varios golpes, a decir de sus compañeros, le pidieron a Rita que supliera al accidentado.