Demetrio Xolocotzi Hernández es el último fotógrafo que queda en la Catedral de Puebla y a sus 93 años sigue acudiendo diariamente a trabajar a pesar de que los celulares y las selfies le han arrebatado a la gran mayoría de sus clientes.
De 11:00 a 19:00 horas, don Demetrio espera pacientemente en la esquina de la 3 Oriente y 16 de Septiembre a que algún turista le pida capturar el recuerdo de su visita a la Catedral a cambio de 50 pesos; sin embargo, la gran mayoría del tiempo solo observa cómo los celulares reemplazan sus servicios.
“Ahora todos se toman la foto con el teléfono, hasta la gente más humilde trae teléfono y pues no, yo les ofrezco (la fotografía) y me dicen: no mire yo me la tomo, pero lo malo es que nunca las mandan a imprimir”, dijo.
Don Demetrio es originario de San Bernardino Contla, Tlaxcala, y llegó a Puebla en 1945 porque un amigo lo recomendó para que ingresara a una fábrica textil, no obstante, con la decadencia de esa industria se quedó sin empleo a principios de los años 70 y entonces se dedicó a ser fotógrafo.
Contó que la necesidad de llevar el sustento económico para su esposa y tres hijos lo llevó a aprender rápido el oficio de la fotografía y se acomodó a trabajar en la Catedral y el zócalo; aunque siempre tuvo más trabajo en el primero de los sitios.
Incluso, recordó que la demanda era tanta que había otros tres fotógrafos, que ya fallecieron, y también ejercían el oficio en el atrio del templo, pero ahora sólo él lo mantiene vigente, aunque para las nuevas generaciones resulte desconocido e innecesario.
“A tomar fotos también me iba a los pueblos, a las fiestas de bodas, XV años, bautizos y así, pero luego hasta en los salones de fiesta ya no nos dejaron entrar y solo me quede aquí”, explicó.
El hombre expuso que siempre trató de ir a la par de la tecnología y modernizar su equipo, ya que le tocó trabajar con cámaras de acordeón y ahora ya cuenta con una réflex y una impresora pequeña que carga en una mochila.
Sin embargo, está consciente de que la modernidad lo ha rebasado y ahora solo acude a trabajar para distraerse y platicar con los turistas que llegan a Puebla, ya que los ingresos que obtiene de las fotografías se suman a los de la pensión que recibe para mantenerse junto con su esposa.
“Me dicen ya no vayas a las fotos pero el día que yo me quede encerrado me muero”, dijo al tiempo de señalar que “mientras Dios le preste vida” seguirá saliendo a diario a trabajar en el oficio que le dio tanto por décadas.