El mundo iluminado | Por ninguna cosa externa – El Sol de Puebla

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Seguramente, en algún momento hemos tenido a bien imaginar situaciones en las que el dinero no sólo no nos falte, sino que además lo tengamos en abundancia; hemos tenido a bien imaginar que tenemos un buen empleo, uno en el que seamos nosotros quienes sujetamos el cetro de mando; seguramente, hemos imaginado que viajamos por el mundo y que al regresar a casa, ésta es abundante en sus comodidades; en pocas palabras, hemos imaginado que nada nos falta, que todo nos sobra y que, por ende, somos felices, sin embargo, cuando nuestra dicha depende de factores externos, el arribo de la ruina y la desgracia es tan sólo cuestión de tiempo.

¿De qué o de quién depende la felicidad propia? La mayoría no dudará en responder que la felicidad depende de uno mismo y seguramente esta mayoría responderá lo anterior aunque todavía se halle en busca de la felicidad, es decir, que la respuesta surgirá sin haber sido verificada, es decir, la mayoría dirá que la felicidad depende de uno mismo, aún sin haber conquistado todavía la felicidad. Pero, si la pregunta anterior es ya en sí misma compleja, pues no faltará quien afirme que la felicidad es subjetiva (relativismo que no aporta nada al tema, por cierto), ¿qué podríamos responder si nos preguntasen qué es la felicidad? Y es que todos queremos ser felices, pero pocas veces nos hemos detenido a definir lo que entendemos por felicidad. ¿Es el dinero la felicidad? ¿Es el amor que recibimos de nuestra pareja la felicidad? ¿Es un buen automóvil, un envidiable trabajo o una privilegiada posición social la felicidad? ¿Sabemos lo que es la felicidad o solemos confundirla con otros estados semejantes como, por ejemplo, la dicha, el contento, la ventura y la satisfacción?

Aceptémoslo, no sabemos lo que la felicidad es, pues solemos confundirla con los muchos momentos de bienestar que experimentamos en el día a día, por ejemplo: gozar de una comida deliciosa, portar una vestimenta de marca conocida, viajar en la comodidad de un automóvil particular, contar con solvencia económica para cualquier ocasión, etcétera. Aunque todo lo anterior es fuente de alegría y es incluso necesario para evitar la amargura, no es la felicidad, sino tan sólo algo que se le parece y que, por su atrevida semejanza nos hace sentir confundidos, de tal suerte que al no saber qué es la felicidad, solemos pensar que la obtención de los anteriores bienes y de otros más se traducirán en una vida feliz, pero las evidencias nos muestran lo contrario, pues mientras mayor sea el número de comodidades con las que podamos contar en nuestro día a día, mayor será nuestro temor de perderlas, lo que detona, antes que en un estado de felicidad, en una condición de angustia.

Un escenario peor se nos presenta cuando, confundidos con respecto a lo que la felicidad es, carecemos de todos o al menos de algunos de los bienes anteriormente enlistados, y es que si la posesión de estos bienes ya representa en sí misma una posibilidad de angustia debido a la idea de que en algún momento podríamos perderlos, el no tenerlos es mucho peor, pues no será la angustia, sino la depresión, la que se mostrará ante nosotros y esto es porque, al no saber lo que la felicidad es, solemos confundirla con cualquier estímulo externo que nos haga sentir bien. De lo anterior, se deduce la importancia de definir qué es la felicidad, así como lo urgente que resulta aprender a distinguirla de todo aquel estímulo que nos haga sentir contentos. Alegría y felicidad no son iguales, pero su semejanza nos confunde y arrastra a la complacencia en los estímulos exteriores. La palabra alegría viene del latín ‘alacer’, que significa ‘rápido’, mientras que la palabra ‘felicidad’ viene del latín ‘felix’, que significa ‘fecundo’. En este sentido, lo alegre es lo que rápido llega y rápido se va, mientras que la felicidad es lo que por su fertilidad lento nos llega y lento se nos va, dejando de por medio (gracias a la fertilidad) frutos para el futuro.

El tema de la felicidad es fundamental porque nadie anhela una vida triste, irónicamente, casi nadie se detiene a definir lo que la felicidad es y por ello suele confundirla con cualquier estímulo externo que produzca un sentimiento de satisfacción. En la historia de la filosofía, muchos son los que se han dado a la tarea de definir a la felicidad, tomemos a manera de ejemplo al filósofo Plotino, quien en el siglo tercero de nuestra era escribió las siguientes palabras para su amigo Porfirio, quien estaba al borde del suicidio:

«La verdadera felicidad consiste en la vida del Yo superior. El Yo superior no tiene que verse afectado por el Yo inferior. La felicidad es la buena vida, la buena vida es sentirse a gusto, sentirse a gusto es cumplir con nuestra misión, es la imperturbabilidad, es la vida que no desafía a la naturaleza. La felicidad es la vida de la inteligencia. La vida feliz no se ve afectada por las calamidades, ni los desastres, ni los dolores, ni por la pérdida o falta de consciencia, ni por ninguna cosa externa. La vida feliz, es independiente de los placeres del cuerpo, de los vaivenes de la fortuna y de los dones externos. Ser feliz no consiste en no experimentar dolores ni desdichas o alguna clase de enfermedad, ya que podemos partir del principio de que el hombre no es solamente cuerpo, sino alma. Cuando tenemos bienes externos, éstos no nos son atractivos, como cuando los deseamos por carecer de ellos. Esta felicidad externa es la del Yo inferior.»

Cuántas veces no hemos pensado que la felicidad consiste en tener una vida libre del todo dolor y enfermedad, sin embargo, la felicidad (la verdadera, la que no depende de los estímulos externos) no consiste en no experimentar desdichas, sino en comprender que la vida es esencialmente sufrimiento, y que, a pesar de ello, nos otorga posibilidades para mantenernos imperturbables, pues la felicidad, antes que satisfacer las necesidades del cuerpo, satisface las del alma. Calamidades habrá siempre y nadie se salvará del dolor, pero si conseguimos definir lo que la felicidad es, no nos veremos afectados por ninguna cosa externa.

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