El estudio de la asociación Transform Trade, realizado por la Universidad de Aberdeen y el Centre for Global Development, analizó la situación de mil fábricas y productores de ropa de Bangladesh y observó prácticas injustas que comenzaron durante la pandemia y que persisten desde entonces.
Los fabricantes encuestados informaron de que las marcas y los minoristas habían cancelado pedidos, se habían negado a pagar o habían pedido descuentos en pedidos ya en producción o enviados, a pesar del aumento de los costos de producción desde que se reactivó la economía tras los confinamientos y se disparó la inflación.
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Entre los principales grupos textiles que producen en Bangladesh, Inditex (matriz de Zara), Next, Primark y H&M han cancelado alrededor del 30 por ciento de sus pedidos y solicitaron descuentos o retrasaron sus pagos.
Gap, Walmart, C&A también cancelaron pedidos aunque en menor medida, entre otros muchos ejemplos.
“Estas prácticas injustas repercuten en las prácticas laborales de los proveedores, lo que se traduce en (…) pérdidas de puestos de trabajo y salarios más bajos”, detalla el informe.
“Una de cada cinco fábricas declaró tener dificultades para pagar el salario mínimo bangladeshí” desde que se levantaron los confinamientos contra el Covid, añade, pidiendo la creación de una autoridad reguladora del sector de la confección en los países desarrollados para poner fin a estas prácticas de compra abusivas.
La industria de la moda ha sido acusada regularmente de prácticas salariales y laborales abusivas, incluso en países desarrollados como el Reino Unido. También ha sido criticada por su muy negativo impacto medioambiental.
Trabajadores en Vietnam, víctimas de la crisis
Después de diez años fabricando zapatos para marcas internacionales como Timberland o K-Swiss, Phan Thi Nhieu fue despedida, al igual que decenas de miles de otros trabajadores vietnamitas, víctimas de la desaceleración del consumo mundial.
Vietnam, uno de los mayores exportadores de ropa del mundo, sufre la crisis del costo de la vida en Estados Unidos y en Europa, que provocó una disminución de la demanda de las empresas de dichas zonas.
En esa complicada coyuntura, la mano de obra, sobre todo femenina, sirve de variable de ajuste para las empresas deseosas de mantenerse a flote.
Más de 470 mil personas pasaron a trabajar a tiempo parcial en los últimos cuatro meses de 2022, mientras que otras 40 mil perdieron su empleo, entre las cuales 30 mil eran mujeres de 35 años o más, según el sindicato nacional de trabajadores más poderoso de Vietnam (VGCL).
Esto afecta en total a mil 200 empresas, principalmente extranjeras, según el VGCL, en los sectores textil, calzado, mobiliario y electrónica.
En noviembre de 2022, Phan Thui Nhieu, de 31 años, lloró cuando su empleador, el taiwanés Ty Hung, anunció el despido de dos tercios de los mil 800 trabajadores de la fábrica de Ho Chi Minh, incluido el suyo, debido a la falta de pedidos.
“Estaba tan conmocionada. Lloré, pero no pude hacer nada, tengo que aceptarlo”, dijo la obrera, quien sobrevive con un salario mensual de 220 dólares en una habitación de 9 metros cuadrados, el cual ocupa junto a su marido y sus dos hijos en la capital económica del sur de Vietnam, donde el ingreso promedio es de 370 dólares mensuales.
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Aunque es una situación mejor a la que tenía cuando era adolescente y se ganaba la vida recogiendo setas de arbustos en el delta del Mekong, asegura.
Con dos meses de salario como indemnización por despido, Nhieu dispone de poco para alimentar a su familia.
“No tenemos a nadie que nos ayude”, cuenta. “Nunca tuve el lujo de soñar con lo que quiero en la vida. Solo tengo un deseo, ganar lo suficiente para sobrevivir”, lamenta.